Esta situación que parece una broma puede que no lo sea tanto y no esté muy alejada de la realidad. Cualquier aparato conectado guarda datos sobre nosotros y puede dar datos sobre nosotros.

Ya en 2017, la marca Burguer King utilizó un resquicio por el que colarse en los hogares. Maquinaron un spot que mencionaba las palabras mágicas “OK Google” y todos los aparatos de los hogares norteamericanos se pusieron en marcha relatando la lista de ingredientes del Whopper.

Esta travesura de Burger King suena ingenua si nos adentramos en recovecos más oscuros del rastro de los datos que vamos dejando en nuestras interacciones a través de Internet o cuando aceptamos la instalación de apps en nuestro móvil y estamos dando acceso a mucha información nuestra (a la agenda, a la cámara, a la galería, etc.)

Por ejemplo, Facebook desde 2010 mantuvo acuerdos de intercambio de datos con terceros para hacer crecer su red social lo más rápido posible. Esto concedió a grandes empresas y a pequeños desarrolladores (como Cambridge Analytica) un acceso privilegiado a la información privada y personal de millones de personas. El New York Times reveló como la empresa vendía la privacidad de las personas a más de 150 empresas, la mayoría tecnológicas, pero también a fabricantes de automóviles o medios de comunicación. Cedían los datos sin ninguna garantía de que éstos fuesen a almacenarse de forma segura.

Hoy en día, existen dos tecnologías que juntas son muy poderosas: la Inteligencia Artificial y el Big Data. Unidas dan como resultado una herramienta potentísima de información personalizada para la publicidad comercial y política. ¿Quién recoge esa información sobre nosotros? Existen empresas llamadas Data Bróker que convierten en “oro” toda esa información. Es la nueva alquimia del siglo XXI con el mismo barniz de misterio, secretismo y hermetismo. Era junio de 2012 cuando el New York Times publicó que en una población llamada Conway en Arkansas había veintitrés mil procesadores trabajando a la vez, sin descanso, recogiendo y analizando información. La empresa era Acxiom, un data bróker.

Para entender el poder de estas empresas, ahí va la siguiente historia: Tres días después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, el FBI hizo públicos los nombres de los terroristas, no tenía ninguna pista sobre ellos, así que pidió que cualquiera que pudiera dar alguna información contactara con ellos. Les llamó Mack McLarty, directivo de Acxiom, pues la empresa tenía información relevante de 11 de los 19 secuestradores. ¡Tenían más información que el gobierno! Y eso era 2001, ahora, Acxiom gracias a la Inteligencia Artificial y el Big Data guarda datos de millones y millones de personas y hogares. Dicen que sus listados de análisis de nuestros perfiles contienen hasta 1500 ítems.

En 2014, el senado americano alarmado por estos negocios que están en el límite de la normativa sobre protección de datos, inició una investigación buscando mayor transparencia. La Federal Trade Commission sacó a la luz un total de 9 data brókeres: Acxiom, Corelogic,
Datalogix, eBureau, ID Analytics, Intelius, PeekYou, Rapleaf y Recorded Future. El informe explicaba que estas empresas reúnen información personal y la revenden o comparten con terceros. El negocio de los datos es millonario.

¿Qué hacen con toda esa información? Estas empresas acumulan datos obtenidos de diversas formas y los integran en plataformas centralizadas. Les sirve para investigarnos a fondo y conocernos en profundidad para comprender nuestras características. Con ello predicen segmentos de audiencias propensas a responder favorablemente a mensajes y, con este conocimiento se diseñan campañas multicanal a medida para captar a esta audiencia influenciable fácilmente a bajo costo. Un perfecto modelo de manipulación.